Todos hemos tenido, en mayor o menor medida, preocupaciones que nos han generado sufrimiento y malestar emocional, pero, una vez resolvemos nuestro problema o regulamos nuestro malestar seguimos con nuestra vida sin más complicaciones.
Pero ¿qué es una preocupación? Me gusta mucho la definición de W. Dyer: “Pensamiento que teinmoviliza en el presente por cosas que pueden llegar a suceder en el futuro”. Lamentablemente, la sociedad en la que vivimos no nos lo pone fácil: trabajo, casa, hijos, cultura del multitasking además degenerar creencias que nos vienen dadas desde pequeños como pueden ser: “si queremos alguien nos tenemos que preocupar”, “el mundo es peligroso” o “preocuparse en bueno para estar preparado”. Y es que las personas que sufren de preocupación excesiva acarrean diariamente mucho sufrimiento emocional y, por ende, un elevado cansancio mental y físico.
En ocasiones, esto se nos hace cuesta arriba y nos empezamos a enredar con nuestros pensamientos y emociones intentando bloquearlos, mental o conductualmente, de múltiples maneras como, por ejemplo: hablándonos de manera positiva, diciéndonos que vamos a poder, escuchando música, relajación, mindfulness, ejercicio físico, utilizando las redes sociales para evadirnos, televisión, alcohol y otras drogas, videojuegos... en definitiva, todas esas cosas que, en mayor o menor medida, hacemos para aliviar el malestar que nuestras preocupaciones nos generan y nos producen un respiro momentáneo.
Cómo nuestro malestar es elevado porque tenemos muchas preocupaciones instaladas en nuestra cabeza empezamos a desarrollar ciertas habilidades, cognitivas y conductuales, para tener más control sobre la situación, buscamos posibles soluciones a todos esos escenarios que nos vamos creando mentalmente. Los temas de nuestras preocupaciones pueden ser variados y diversos, centrándonos en uno o en varios. Por ejemplo, si me preocupa la salud de mis hijos, los pensamientos podrían ser del tipo: ¿Y si les pasa algo? ¿Y si tienen alguna enfermedad en un futuro? ¿Y si no puedo cuidar de ellos? O sobre trabajo ¿Y si pierdo el trabajo? ¿Podré pagar la hipoteca? ¿Y si me quedo en el paro? ¿Y si no soy capaz de realizarlo correctamente? Cada persona tendrá los suyos propios en función de su experiencia, contexto y percepción de las cosas.
Cuando la persona empieza a buscar posibles soluciones a todas esas preguntas ya va caminando hacia un callejón sin salida. Esas soluciones son solo intentos de control que se vuelven en nuestra contra aumentando nuestro malestar emocional e incrementando nuestras preocupaciones.
¿Cómo reconozco que me preocupo demasiado?
1. Preocupación excesiva por problemas cotidianos.
2. Pensamientos que te resultan difícil controlar.
3. Siempre ponerse en lo peor.
4. Inquietud y-o problemas para relajarte.
5. Insomnio.
6. Problemas de concentración, atención y memoria.
7. Dolor de cabeza y problemas musculares.
8. Dificultad para lidiar en situaciones de incertidumbre.
9. Indecisión o dificultad para tomar decisiones.
10. Irritabilidad.
11. Bajo estado de ánimo.
¿Qué puedo hacer para mejorar?
Podría decirte miles de “trucos” que puedes encontrar por internet para controlar la ansiedad que no hacen más que aumentarla como, por ejemplo, relajación o aprender a manejar tus preocupaciones, fácil de decir.
La mejor técnica es exponernos a nuestras preocupaciones hasta conseguir habituarnos a ellas. Esta técnica no es simple, necesitamos evaluar correctamente cada caso en particular para que el tratamiento sea efectivo. Existen unos procesos psicológicos que son necesarios entender para poder aplicar la técnica con éxito.
Todo esto, a largo plazo, puede complicarse y generar mucho malestar incapacitando nuestro día a día. Si te identificas con algunos de estos síntomas y sientes que necesitas ayuda para sentirte mejor, no dudes en consultar y te ayudaremos rumbo hacía tu bienestar.
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