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¿POR QUÉ NOS PREOCUPAMOS?


Diariamente vemos a nuestros clientes acudir a consulta con altos niveles de preocupación. Los temas son diversos y variados, no necesariamente es uno en concreto, oscilan desde salud, trabajo, medio ambiente, cosas cotidianas de la vida, hijos/as, familia, economía y un largo etcétera.


Antes de empezar me gustaría definir preocupación. Como yo la entiendo, la preocupación es una cadena de pensamiento persistente, repetitiva e incontrolable que se centra en la incertidumbre de algún resultado negativo o amenazante en el que la persona repasa varias soluciones al problema, pero no consigue reducir una fuerte sensación de incertidumbre sobre la posible amenaza.


¿Por qué la gente se preocupa? ¿Qué hace que unas personas nos preocupemos más que otras? ¿Qué hace que nos mantengamos ahí aferrados a la preocupación?


Existen variables contextuales y cognitivas que son relevantes en este proceso.


Es importante tener en cuenta el contexto de la persona que lo sufre y como los modelos de aprendizaje como padres, madres, abuelos/as, amigos/as pueden influir en cómo nos comportamos, en nuestra manera de percibir las cosas y cómo las afrontamos.


Podemos decir que existen una serie de rasgos de la preocupación excesiva que nos facilita entender por qué llegamos a un punto en que sentimos cierto descontrol y la sensación de que la preocupación nos domina:


1. Pensamiento catastrófico: Cuando pensamos que algo malo va a ocurrir y nos ponemos en el peor escenario posible.

2. Síntomas fisiológicos de ansiedad: Notamos inquietud, cansancio, tensión muscular, sensaciones en el estómago, etcétera.

3. Dificultad para asumir riesgos: Tratar de eliminar o minimizar la posibilidad de un riesgo futuro.

4. Intolerancia a la incertidumbre: Cuando no somos capaces de aceptar la incertidumbre de acontecimientos futuros y pensamos que algo mala pueda ocurrir.

5. Perfeccionismo: Tendencia a buscar soluciones perfectas al acontecimiento negativo que nos imaginamos.

6. Control de la preocupación: Intentamos controlar de alguna manera la preocupación, pero fallamos una y otra vez.

7. Entender la preocupación como algo positivo: Me preocupo y busco diferentes alternativas posibles al problema imaginado, por si en alguna ocasión sucede, poder tener la solución.

8. Preocuparme por estar preocupado/a: No ser capaz de controlar la preocupación aumenta mi preocupación.


Además de lo anteriormente mencionado, como profesionales tenemos la responsabilidad de utilizar los tratamientos más eficaces para mejorar la calidad de vida del cliente. Para ello, realizar nuestro análisis funcional de la conducta para entender por qué la persona actúa como lo hace y para qué le sirve actuar de esa manera es crucial para el éxito del tratamiento.


Si crees que necesitas ayuda para poder entender tu preocupación, no dudes en contactar con nosotras para acompañarte Rumbo hacía tu bienestar.

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