Muchas personas sienten que a veces pierden el control de sus emociones: desde la desmotivación que me roba las ganas de acudir a mi puesto de trabajo, al enfado con mi marido que me hace perder el control y decirle cosas que en realidad no quiero, ni las siento de ese modo.
Los seres humanos tenemos una asombrosa capacidad de adaptación y somos capaces de sobreponernos casi a cualquier cosa. Nuestro instinto de supervivencia prima.
Sin embargo en esa huida hacia adelante dejamos por el camino un reguero de heridas emocionales, de daños que recibimos o qué causamos desde ese estado emocional, que nos quedan grabados en la memoria y que nos condicionan.
Nos comportamos desde nuestra base de datos de vivencias y aprendizajes, no siempre sanos
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