¿Quién no conoce a alguien que se pone muy nervioso al tener que hablar en público? ¿O a alguien que se ruborice cuando se encuentra en una situación en que le mira mucha gente? Quizás incluso lo hemos experimentado nosotros mismos alguna vez… que se den estas situaciones no significaría necesariamente que suframos un trastorno de ansiedad. Todos tenemos miedos y sólo se convierte en un problema cuando la ansiedad ya no es controlada, no sabemos gestionarla y nos afecta en alguna área importante de nuestra vida diaria. Entonces hablaríamos de la Fobia Social, que se trataría de miedo irracional y desproporcionado ante un cierto número de situaciones de interacción social y sobre todo el miedo a ser evaluado negativamente por los demás.
¿Qué piensan las personas con Fobia Social? Sus pensamientos son catastróficos, la persona está convencida de que va a hacer el ridículo, de que su actuación será humillante. Además le darán un valor muy negativo a esta forma de actuar y esto se convierte en un rechazo personal. “No sé qué decir”, “Voy a hacerlo mal” “Me están mirando y se van a dar cuenta de que estoy nerviosa” “¡Qué horror, me estoy ruborizando!”, “Soy muy torpe, se van a reír de mi” … serían algunos de los pensamientos que encontraríamos en una persona con Fobia Social.
Estos pensamientos además van acompañados normalmente de una serie de sensaciones en nuestro cuerpo como son la taquicardia, sentir calor, “ponernos rojos”, sudoración, temblores o lo que muchos llaman “el nudo en el estómago”.
Ante esto la persona que sufre estas sensaciones tiende a evitar los lugares y situaciones en los que sabe que se va a sentir así (las más habituales serían ir a fiestas, hablar en público, conocer a gente nueva, comer y beber en público, relacionarse con personas de autoridad o que ellos perciban como superiores, pedir información…). Si no ha podido evitarlas y ya se encuentra en la situación temida suelen utilizar conductas específicas para evitar que los demás se den cuenta de que está sintiendo todas estas sensaciones. Algunas de estas conductas que encontramos en consulta son taparse la cara con el pelo o con la mano, hablar más bajito de lo habitual, intentar distanciarte de la conversación para no ser el centro de atención, ir al baño, fingir calor…
A muchas personas que padecen este problema emocional les cuesta pedir ayuda profesional, las estadísticas indican que en una media de entre los 6 y los 20 años de estar sufriendo. ¿Esto a qué se debe? Una de las posibilidades sería padecer la fobia social en sí. Resulta muy difícil contar a otra persona nuestros problemas psicológicos y resulta mucho más difícil cuando se tiene un miedo terrible a ser evaluado por los demás. La otra explicación sería que la timidez es una cualidad que se considera normal y diferenciar timidez de fobia social cuando no conocemos nada acerca del tema es complicado, estas personas consideran que esto es un rasgo de su personalidad y que no se puede cambiar “yo soy así” y pensar esto puede hacernos mucho daño porque es falso. Tenemos muchos datos científicos de que la fobia social no nace con la persona sino que es un resultado del aprendizaje, de las experiencias de nuestra vida.
Si conoces a alguien que sufre este problema, o tú mismo te identificas con todo esto te animamos a pedir ayuda profesional, ¡no dejes que tus miedos te impidan ser feliz!