Miedo, esa sensación de vértigo que aparece ante lo desconocido, o incluso ante sensaciones ya conocidas como las del enamoramiento. Este miedo intenta protegernos de repetir antiguos errores o conectar con emociones negativas ya sentidas. Intenta “protegernos” del sufrimiento. Aunque, ¿realmente es así?; ¿nos beneficia? ¿O más bien todo lo contrario?
Es común, que tras varias experiencias amorosas o experiencias vitales en las que se ha conectado con el dolor emocional del abandono, aparezca el miedo a la pérdida. Miedo a la posibilidad de que se vea alterada nuestra estabilidad emocional.
Vivir una nueva relación con este miedo puede llevar a intentar acelerar el proceso de conocer a la otra persona, a correr… quemar una etapa destinada a la experimentación intentando así, resolver el enigma de “hacia dónde va esto” cuanto antes. También se observa justo la situación opuesta. Se vivencia la relación desde la búsqueda de los defectos de la otra persona y ante la mínima señal desconcertante, se opta por huir de la relación. Aparece una pérdida de interés por el miedo a sentir a la otra persona como hogar, evita la vinculación sentimental e imposibilita la posibilidad de amar. Lo que implicaría poder sufrir por la otra persona. También observamos personas que, mantienen varias relaciones simultáneas, se vinculan de manera superficial y evitan el compromiso con el fin de no enamorarse de ninguna de ellas…
Todas estas conductas son un intento de protección. Conductas motivadas por la falsa creencia de que el malestar por la posible futura pérdida afectiva, será menos doloroso, menos intenso. Esta idea queda muy alejada de la realidad. Las prisas, salir con varias personas de manera simultánea y evidentemente escapar de la situación, entorpece el proceso. Actúa como profecía autocumplida. Crónica de una muerte anunciada.
Como bien dice Vetusta Morla
“dejarse llevar suena demasiado bien, jugar al azar nunca saber dónde puedes terminar o empezar”
Y es que el amor en cierta medida, es justo esto, un juego de azar. Un juego al que este miedo del que hablamos no nos permite jugar con libertad.
La clave parece sencilla, ¿verdad? Tratar de vivir el presente, apartando tanto los recuerdos pasados como las expectativas futuras. Dándonos así, la oportunidad de conocer lo desconocido. Como dice Merlí “viure nena, viure”.
¿Cómo superar este miedo?
Identificar y asumir lo que se está sintiendo es el primer paso. Trata de centrar la atención en el presente y comunica a tu pareja lo que te sucede para que así, pueda ser más comprensiva contigo ante ciertas reacciones y pueda valorar tu esfuerzo para conseguir que la relación funcione.
Y recuerda, si tienes algún tipo de dificultad podemos recorrer junt@s el camino Rumbo hacia tu Bienestar.
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