RABIETAS EN LA INFANCIA
- Paula Sanlucas
- 27 may
- 2 Min. de lectura
Claves para acompañar con calma y conexión

Como madres, padres o cuidadores, pocas cosas generan tanta inquietud como una rabieta en plena vía pública o en casa justo antes de salir. Sin embargo, lejos de ser un signo de “mal comportamiento”, las rabietas infantiles son una expresión natural y esperable del desarrollo emocional en la primera infancia.
¿Qué son las rabietas y por qué ocurren?
Las rabietas, también conocidas como berrinches o enfados intensos, aparecen con frecuencia entre los 2 y los 4 años. En esta etapa, el niño o la niña está empezando a desarrollar su autonomía, pero aún no tiene las habilidades necesarias para regular sus emociones. Cuando algo no sale como esperan, cuando sienten frustración, cansancio o hambre, pueden reaccionar con llanto, gritos, golpes o tirándose al suelo.
Lo que está ocurriendo en realidad es que su cerebro emocional está dominando la escena. En estos momentos, la amígdala cerebral, encargada de las respuestas emocionales intensas, se activa fuertemente, mientras que el córtex prefrontal, que regula las conductas, aún no está lo suficientemente desarrollado como para “poner freno” a esas
reacciones.
El papel del adulto: regular para que aprendan a autorregular
Ante una rabieta, el adulto tiene un papel clave: acompañar emocionalmente. Esto no significa ceder a todas sus demandas, sino validar su emoción sin reforzar conductas inadecuadas. Un “entiendo que estés enfadado porque querías seguir jugando, pero ahora
toca recoger” es mucho más valioso que ignorar o castigar la emoción.
Cuando los adultos se mantienen calmados y disponibles, los niños y niñas aprenden que es seguro sentir, que pueden enfadarse, llorar o frustrarse, y que hay formas adecuadas de
expresarlo. Esto es la base de una buena gestión emocional.
¿Cómo ayudar en el día a día?
Aquí algunas claves para acompañar emocionalmente a los más pequeños:
● Nombrar las emociones: ponerle palabras a lo que sienten (“Veo que estás muy enfadado porque no quieres bañarte”).
● Anticipar situaciones difíciles: avisar con tiempo (“En cinco minutos vamos a apagar la tele para cenar”).
● Ofrecer opciones cuando sea posible: elegir entre dos camisetas o dos meriendas da sensación de control.
● Validar sin juzgar: todas las emociones son legítimas, aunque no todas las conductas lo sean.
● Cuidar la rutina y los límites: un entorno predecible da seguridad.
Lo que conviene evitar En momentos de rabia intensa, es habitual que también a los adultos les cueste mantener la calma. Sin embargo, es importante evitar:
● Minimizar o ridiculizar (“No llores por tonterías”).
● Amenazar o castigar con desconexión emocional (“Si sigues así, me voy y te quedas solo”).
● Ceder por agotamiento, ya que refuerza el uso de la rabieta para conseguir algo.
Crecer emocionalmente juntos
Las rabietas no son un problema a eliminar, sino una fase del desarrollo que, bien acompañada, puede ser una oportunidad para enseñar habilidades de vida fundamentales Tolerancia a la frustración, expresión emocional, empatía y regulación.
Recordemos que los niños y niñas no nacen sabiendo gestionar sus emociones, sino que lo aprenden a través del vínculo con los adultos que los rodean. Cada rabieta puede ser, entonces, una invitación a mirarlos con comprensión, firmeza y ternura. Pon rumbo hacia tu bienestar y el de tu familia.
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