¿Por dónde empiezo?
Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) se están convirtiendo en uno de los principales problemas de salud pública. En las últimas décadas ha habido un aumento exponencial de este tipo de trastornos en nuestra sociedad. Y no solo entre la población adolescente, sino que el rango de edad se extiende hasta la edad adulta más avanzada.
Y es que no es de extrañar, si tenemos en cuenta de qué se están “nutriendo” las personas desde la infancia, con la publicidad y las redes sociales, sobre los estereotipos de belleza y lo que se supone que es actualmente llevar una vida saludable (un modelo bastante alejado de la realidad).
Hay muchos factores que influyen en el desarrollo de un trastorno alimentario, como por ejemplo los hábitos de la familia, la presión social, la autoestima, la insatisfacción con el propio cuerpo o la genética… Y puede que te sorprendas, pero prácticamente todos los factores que influyen en el desarrollo de los trastornos de alimentación son los mismos que influyen en la obesidad y el sobrepeso.
¿Cuándo puedo empezar a prevenir un TCA?
Es una pregunta cada vez más frecuente entre l@s madres y padres preocupados por sus hijos y también entre profesorado y educadores. Y la respuesta es: ¡des de antes del nacimiento! No, no estoy exagerando. Durante el embarazo, el feto ya empieza a hacer aprendizajes sobre alimentación, emociones y muchas otras cosas. Pero este tema lo dejamos para el próximo artículo. Ahora, centrémonos en cuándo puedo empezar la prevención con mis hij@s o alumn@s.
Podemos empezar desde bien pequeños con unos hábitos saludables básicos, como una alimentación sana, actividad física, descanso y rutinas; es decir, horarios. Sobre los dos años, l@s niñ@s empiezan a tener preferencias y seleccionar aquellos alimentos que más les gusta de manera natural, y madres y padres, por miedo a que nuestr@s hij@s no coman suficiente, les consentimos que coman esos tres platos que han escogido. Aquí empieza uno de los errores. Nunca hay que dejar de ofrecer alimentos sanos y nuevos, el gusto también es algo que se puede aprender.
Debemos tener en cuenta que sus necesidades nutricionales deben quedar cubiertas, pero también hay que trabajar el aprendizaje de sabores, y para ello nos tenemos que poder “en plan” originales y presentar la comida de manera atractiva.
En la etapa preescolar hay muchos aprendizajes, horarios de comidas, costumbres familiares, alimentos propios de cada comida y época del año, aprenden de sus iguales y empiezan a tener conocimientos sobre alimentos y a cocinar. Esta etapa es perfecta para establecer normas en casa sobre hábitos, empezando por los más mayores. El hambre y la saciedad son clave para que las personas tengan una buena relación con la comida, y para que esto se adquiera se recomienda que no haya distracciones en las horas de la comida, ni televisión, ni juguetes, ni tablet, ni móvil…
A demás, hay que dar ejemplo, no podemos esperar a que nuestr@s hij@s coman de forma saludable, si no lo hacemos nosotros (y con saludable no me refiero a hacer dieta, que es otro tema…). Por eso, toda la familia debe comer lo mismo y todos juntos en un ambiente tranquilo y seguro.
Durante la etapa escolar, entre los 5 y los 12 años, se experimentan cambios corporales y hormonales. Madurar conlleva cambio de amistades y comparaciones con los iguales o los ideales impuestos. En esta etapa es muy importante trabajar la autoestima con l@s preadolescentes, cómo se relacionan con los otros, la gestión emocional y la tolerancia a la frustración. ¡Aquí tenemos un gran trabajo!
Teniendo en cuenta esto, cuando lleguen a la adolescencia ya tendremos gran parte del camino recorrido. Es aquí donde podremos observar a nuestros adolescentes para intervenir en aquello más específico que pueda estar influyendo en su desarrollo, como por ejemplo, la autoexigencia, la impulsividad, la insatisfacción corporal, la necesidad de aprobación de los otros, la autocrítica o el perfeccionismos…
En conclusión, para prevenir trastornos alimentarios debemos fomentar hábitos saludables como el descanso, la actividad física y una alimentación saludable. Exponer desde la infancia a una gran variedad de alimentos, tener horarios y rutinas, comer en familia y sin distracciones, participar en la compra y en la cocción y preparación de los alimentos. Por lo tanto, no se recomienda comer solo (al menos siempre), no respetar las señales de hambre y saciedad de nuestro cuerpo o elegir técnicas de cocción o alimentos no saludables continuamente y tener una vida sedentaria.
Si quieres prevenir TCA, empieza por cuestionarte todos estos aspectos. Si crees que necesitas ayuda, busca personal especializado. Parece poco, pero con la prevención ya vas encaminad@ rumbo hacia tu bienestar.
Comments