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¿Cuántas veces os habéis sentido frustrados?
La respuesta a esta pregunta es fácil de predecir. Seguramente, en numerosas ocasiones.
Sentimos frustración ante situaciones que se escapan de nuestras manos. Situaciones en las que, a pesar de haber puesto todo nuestro empeño para conseguir unos determinados objetivos, no salen tal y como nos gustaría.
Veamos la definición estricta de la palabra. “Imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo”, “sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que una imposibilidad produce”.
De forma bastante frecuente vemos personas que tratan de huir de las emociones negativas. O personas que tratan de experimentar, a todas horas, emociones positivas. Se trata de una batalla perdida, dado que no es posible.
Así de primeras parece comprensible, ¿verdad? ¿A quién le gusta sentirse mal? No obstante, lo cierto es que, para tolerar la frustración el primer paso es validarla. Reconocer que nos sentimos frustrados.
La frustración cobra protagonismo en la sociedad actual en la que vivimos, sociedad en la que se vive deprisa, se premia la inmediatez y nos hemos vuelto adictos al “corto plazo”.
Para entender por qué nos sentimos así tenemos que atender al tipo de pensamientos que tenemos. Como sabéis, la interpretación que hagamos de lo sucedido va a determinar cómo nos sentimos.
Si no conseguir lo que deseábamos lo interpretamos como una derrota más que añadir a nuestra lista conectaremos con más intensidad con esta emoción.
Si te identificas con esta manera de interpretar los baches, y no sabes cómo hacerlo, te ofrecemos recursos y herramientas para manejarla y así conseguir Rumbo hacia tu bienestar.