Hoy ha venido Carlos a visitarme. Motivo de consulta: no sabe si poner fin a su relación de pareja tras las vacaciones.
Aunque parezca un mito, lo cierto es que cada verano podemos ver en las noticias cómo la tasa de divorcio aumenta después de las vacaciones.
En el día a día las parejas, incluso las que conviven, debido al ritmo de vida que llevamos, a las distintas obligaciones y actividades de ocio individuales se ven más bien poco. Situación totalmente opuesta a la vivida durante los periodos vacacionales, tratamos de vivir más despacio e invertir la proporción de tiempo compartido. El tiempo de convivencia aumenta y este evidencia las dificultades ya existentes en la relación de pareja. Los conflictos latentes salen a la luz con más fuerza.
Además, si se planifican las vacaciones de forma conjunta se acaba pasando la mayor parte del tiempo con la pareja. Esto repercute positivamente en que ambos miembros se conozcan mejor.
Las vacaciones en pareja pueden reafirmar la relación, “si la relación es buena, será mejor” o en cambio, ayudar a que se hagan más evidentes las diferencias y “si la relación es mala, será peor”.
En definitiva durante las vacaciones, entramos en contacto con los ingredientes perfectos para consolidar la relación o para empezar a plantearse la ruptura. Me refiero a la combinación entre cero responsabilidades, aumento del tiempo compartido y cumplimiento o incumplimiento de las expectativas.
En ocasiones hay parejas que tienen problemas que atañan a la falta de tiempo compartido y esperan que las vacaciones sean la solución a todos “sus males”.
La mejor manera de evitar una ruptura por las vacaciones es no olvidar durante todo el año que sois pareja y que por tanto necesitáis tiempo de calidad compartido más allá de las ansiadas vacaciones.
Carlos me pregunta “si estamos ya instalados en la apatía y el desinterés, ¿tiene solución?”.
Si quieres dar una oportunidad a tu relación puedes decidir no decidir y ponerte a trabajar con tu pareja.
A continuación te propongo una serie de tareas muy positivas en estas circunstancias que te pueden ayudar a darle una oportunidad a tu relación de pareja y no precipitarte en tu decisión.
Recordar lo que nos enamoraba del otro. Redacta una lista de “cosas” que te enamoraron de tu pareja. Elementos que han de ir desde aspectos físicos, situaciones agradables, hasta emociones que sentíamos, proyectos que se compartían, ilusiones, etc. Tómate unos días y luego las ponemos en común, comentando cada punto a tu pareja.
Empieza ya mismo a compartir actividades agradables los dos solos: cine, teatro, exposiciones, un paseo…
Sorpresas y más sorpresas. La capacidad de sorprender a la pareja es una cualidad muy positiva que podemos aprender tanto mediante regalos y detalles como a través de nuestras actitudes y comportamientos. Una nota de amor en su agenda, una llamada para decirle solamente que le queremos, un pequeño regalo…
Mostrar interés por el otro. Estar comprometido con nuestra pareja es precisamente mostrar nuestro interés por su vida, sus quehaceres, su mundo… este interés ha de mostrarse en actitudes de atención y cuidado. Tenemos que hacer que la vida de la otra persona sea más agradable por estar a nuestro lado.
Todo esto va a suponer un esfuerzo, no esperes a tener ganas para hacerlo, hay que empezar cuanto antes.
Si tras llevar a la práctica estos sencillos ejercicios el balance entre lo positivo y lo negativo sigue desequilibrado, tal vez ahora sí que sea momento de decidir y continuar tu camino en solitario.
Si existe un problema y no encuentras la solución otra posibilidad es acudir al psicólogo. La terapia de pareja es una oportunidad para corregir algunas pautas negativas y aprender otras positivas para mejorar e intensificar la relación con nuestra pareja. No obstante, como veíamos en anteriores publicaciones, la terapia de pareja no es garantía de terminar juntos (léase post). El objetivo es ayudar a lograr el bienestar emocional de ambas partes y en ocasiones esto implica la separación.