Hazlo con miedo, pero hazlo.
Definimos miedo como la sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario, o como el sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.
Siguiendo con la definición de miedo, nos encontramos frente a distintos tipos.
Miedo a no estar a la altura, miedo a situaciones vitales que no podemos evitar, miedo a situaciones en las que se requiere que emitamos una respuesta, miedo al rechazo… y, ¿cómo no?, la joya de la corona, ese miedo que encontramos en la base de cada uno de los citados. El autoengaño, el miedo vivido desde el “no puedo”…
En definitiva, el miedo no deja de ser una barrera autoimpuesta que dificulta vivir la vida desde la consciencia plena. Nos impide enfrentarnos al día a día desde la actitud de estar abiertas a la experiencia y a no intentar cambiarla. Aprovechar lo existente en ese momento, en el contexto concreto en el que nos encontramos, para así, poder sacarle el máximo partido.
En ocasiones todos experimentamos miedo. Aunque puede ser positivo actuando como herramienta de protección frente a situaciones peligrosas, la mayoría de las veces actúa como obstáculo. Como impedimento para el cambio. Nos paraliza hasta tal punto que nos consideramos incapaces de dar una respuesta adaptativa a la situación que se nos presenta.
Hasta aquí, imagino que estamos todos de acuerdo, no obstante, ¿por qué hay personas con más miedos que otras?, ¿por qué hay personas a las que les resulta más fácil alcanzar sus sueños? Es cierto que en este punto entraría la disciplina, perseverancia, constancia y espíritu de lucha de cada persona, pero también, el sentido del miedo de cada una es determinante. En la base del miedo encontramos la desconfianza en nosotras mismas, el “seguro que no puedo”, o el “¿y si no sale?”.
En contrapartida, si hablamos de miedo vamos a hablar de su antídoto. La “pastilla para no soñar”, la seguridad.
Maslow, en la jerarquía de las necesidades humanas ya la situaba en la base de su pirámide y lo cierto es que nos ayuda a situarnos en nuestra zona de confort. No obstante, aferrarnos a esta sensación de seguridad no nos deja progresar, ¿estamos de acuerdo?
Para poder superar nuestros miedos, tenemos que potenciar la confianza en nosotros mismos, en nuestras capacidades y nuestras potencialidades. Aprender a tomar decisiones de forma racional. Este trabajo de crecimiento personal nos ayudará a no caer en enfrentarnos a situaciones desde la inconsciencia. Además, trabajando en ello fomentamos nuestra sensación de seguridad.
Cierra los ojos e imagina que puedes pedir un deseo. Es muy poco probable que esto ocurra, ¿no?, pero bueno, vamos a imaginarlo. Si no tuvieras miedo, ¿qué cambiarías de tu vida?, ¿qué cosas harías?
¿Has podido darte cuenta de todas las cosas que dejas de hacer por miedo?
¿Cuál es nuestro objetivo en la vida, durar 100 años o vivirla?
Ya lo decía Joaquín Sabina “si lo que quieres es vivir cien años no pruebes los licores del placer”. Y yo me pregunto, ¿seríamos felices?
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